martes, 4 de septiembre de 2007

Dolor

"Gustavo Eberto, arquero del Xeneize, Talleres y selecciones juveniles, murió a los 24 años. La historia de un pibe que siempre la peleó..."
Olé

A este blog también le pasó. Fue con Antonio Puerta, el futbolista español que murió de un ataque al corazón hace apenas días. Cuando desaparece alguien que por su actividad ha estado muy expuesto a la consideración pública, el impacto suele ser tremendo. Mucho más tremendo que ante la muerte de seres anónimos. Cuesta no conmoverse, aunque también hay que preguntarse por qué la misma sociedad -los mismos individuos- que reacciona de una manera ante episodios como estos muchas veces expresa indiferencia frente a la fatalidad de personas que carecen de fama. Puerta y Gustavo Eberto, un arquero que jugó en Boca y la selección juvenil, tenían algo más en común que multiplica el dolor por sus destinos: ambos eran muy jóvenes. Duele, claro que duele, pero muchos jóvenes mueren todos los días y eso no provoca el mismo pesar, el mismo desconsuelo masivo. Un ejemplo es el de los accidentes de tránsito, que se llevan vidas jóvenes todos los días y sin embargo no provocan ninguna reacción institucional ni social para reducirlos. No está mal conmoverse por Puerta y Eberto, pero tampoco está de más reflexionar sobre lo que deberían provocarnos otras, miles de muertes como la de ellos que se nos pasan de largo.

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